El día de hoy desperté leyendo a:
👉 Stiven González en LinkedIn
👉 RedEM – Alfabetización Digital
👉 Cadena 3
Todas estas fuentes coincidían en lo mismo: China ha tomado una decisión que puede cambiar la historia educativa del mundo. A partir de septiembre de 2025, la enseñanza de inteligencia artificial será obligatoria en las escuelas desde los 6 años de edad.
Cuando leí la noticia, lo primero que pensé fue: ¿y nosotros en México qué? Mientras en algunos países seguimos discutiendo si el celular debe usarse en clase o no, allá ya están sentando las bases para formar generaciones capaces de entender, desarrollar y cuestionar la IA.
Un paso simbólico que sacude al mundo
El plan chino establece que cada año, los estudiantes recibirán entre 8 y 10 horas de formación en IA. En primaria, esas horas se enfocarán en juegos interactivos y actividades lúdicas que acerquen a los niños a la lógica de los algoritmos, el pensamiento computacional y la resolución de problemas. En secundaria, el programa se volverá más robusto, incluyendo nociones de aprendizaje automático, análisis de datos, robótica y ética tecnológica.
Ahora bien, quizá alguien diga: “¿Solo 8 a 10 horas al año? Eso es nada”. Y sí, en términos de cantidad no parece mucho. Pero el verdadero valor está en lo simbólico: es una señal clara de hacia dónde se dirige la estrategia educativa de China. No se trata de la carga horaria, sino de la visión: preparar a su población para convertirse en líderes mundiales de la inteligencia artificial hacia el 2030.
Es como cuando en su momento varios países apostaron por el inglés como lengua extranjera obligatoria. Hoy nadie se cuestiona si fue buena idea. Con la IA, estamos ante un fenómeno de igual o mayor impacto.
Entre el miedo y la oportunidad
Claro que hay riesgos. La inteligencia artificial no es un juguete inofensivo. Si no se usa con responsabilidad, puede reforzar sesgos, vulnerar la privacidad, fomentar la dependencia tecnológica o usarse de manera superficial y acrítica.
Sin embargo, aquí hay un punto crucial: el miedo no puede paralizarnos. Es natural temer a lo que no entendemos. Y justamente por eso, antes de llevarla a las aulas, debemos aprender nosotros, los docentes, a usarla, cuestionarla y darle sentido pedagógico.
Yo lo he comprobado en carne propia. Llevo más de un año y medio dando talleres y conferencias sobre IA en la educación, y siempre me encuentro con dos reacciones: entusiasmo y miedo. Algunos docentes se sorprenden de lo que la IA puede hacer y enseguida piensan en aplicaciones para sus clases. Otros, en cambio, sienten que es algo que viene a sustituirlos o que es “demasiado complicado”.
Pero lo cierto es que la IA no reemplazará al docente.
Tradición y modernidad: el ejemplo de Francia
La noticia de China me recordó otro debate internacional. Hace unos años, Francia anunció el regreso del dictado diario, la lectura en voz alta y el cálculo mental en primaria. La medida generó polémica: algunos la vieron como un retroceso, otros como una estrategia para reforzar habilidades básicas.
Lo interesante es que Francia no estaba renunciando a la innovación, sino recordando que hay saberes que no deben perderse. El dictado, por ejemplo, no es un simple ejercicio aburrido: fortalece la ortografía, la concentración y la memoria.
Ese caso francés nos deja una lección: no se trata de elegir entre tradición y modernidad, sino de combinarlas inteligentemente. Lo clásico no está peleado con lo emergente. Más bien, se complementan. Un estudiante que domina lo básico con disciplina y también comprende el funcionamiento de la IA tendrá una ventaja incomparable en el futuro.
México y el desafío pendiente
Mientras leía sobre el plan chino, no pude evitar pensar en nuestra realidad. En México, todavía estamos discutiendo temas como:
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¿Deberían los estudiantes usar o no usar el celular en clase?
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¿Qué tanto se debe regular el acceso a internet en la escuela?
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¿Conviene prohibir la calculadora en primaria y secundaria?
Es decir, estamos debatiendo sobre herramientas del siglo XX, mientras el mundo ya conversa sobre cómo educar a niños de 6 años en inteligencia artificial, datos y ética digital.
Y no es que esos temas no sean importantes. Claro que hay que hablar de disciplina, concentración y uso equilibrado de la tecnología. Pero el punto es que no podemos quedarnos solo en esa conversación. Necesitamos avanzar hacia una visión mucho más integral de la educación tecnológica.
En mis talleres y conferencias lo veo claramente: los docentes y estudiantes mexicanos tienen interés en la IA, incluso fascinación. Pero también noto la falta de bases en lo más elemental:
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Alfabetización digital.
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Buenas prácticas de seguridad informática.
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Cuidado de la privacidad y protección de datos.
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Uso crítico de aplicaciones y dispositivos.
Es decir, queremos dar el salto al futuro sin haber terminado de cruzar el puente del presente.
Los riesgos de la IA en la educación si no se usa con criterio
Y aquí está el gran punto que debemos reflexionar: la IA no es neutra. Puede ayudarnos, pero también puede profundizar problemas. Si no somos capaces de enseñarla con criterio, corremos riesgos como:
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Sesgos algorítmicos
La IA aprende de datos. Y si los datos reflejan prejuicios, los resultados también los reflejarán. Esto puede reforzar discriminación, estereotipos o desigualdades. -
Brecha digital más profunda
Si solo algunos estudiantes acceden a formación en IA y otros no, la desigualdad social crecerá aún más. Ya de por sí la educación tecnológica en México es desigual; la IA podría ensanchar esa brecha. -
Dependencia tecnológica
Usar IA sin desarrollar pensamiento crítico puede llevar a una dependencia absoluta. Estudiantes que copian respuestas de un chatbot sin reflexionar ni verificar pierden la oportunidad de pensar por sí mismos. -
Privacidad y seguridad
La IA suele trabajar con datos personales. Si no formamos a los jóvenes en protección digital, estarán expuestos a riesgos de filtraciones, robo de identidad o manipulación de información. -
Superficialidad académica
Hay un peligro real de usar la IA solo para hacer tareas más rápido, sin un verdadero aprendizaje. El reto está en enseñarles a usarla como apoyo para la creatividad, la investigación y la reflexión, no como atajo.
Por eso, la responsabilidad docente es más grande que nunca. No se trata de enseñar solo “cómo usar ChatGPT” o cualquier otra herramienta, sino de formar ciudadanos digitales críticos que sepan cuestionar, discernir y darle un sentido humano a la tecnología.
La urgencia de la alfabetización digital
Y aquí llegamos al corazón del asunto: la alfabetización digital.
No podemos hablar de enseñar inteligencia artificial en las aulas si todavía tenemos brechas enormes en competencias digitales básicas. La alfabetización digital no es solamente saber abrir Word o usar WhatsApp. Es mucho más que eso.
Hablamos de que nuestros estudiantes (y nosotros mismos) comprendamos aspectos como:
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¿Qué es un algoritmo y cómo influye en nuestras decisiones diarias?
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¿Cómo proteger nuestra identidad y nuestros datos en línea?
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¿Qué significa crear contraseñas seguras?
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¿Cómo distinguir información confiable de la desinformación en redes sociales?
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¿Qué riesgos existen al descargar una app sin leer permisos?
Y ahora, además, ¿cómo funciona la IA? ¿qué límites tiene? ¿qué sesgos arrastra? ¿qué impacto tiene en la sociedad?
Llevo año y medio repitiendo lo mismo en mis talleres: si nosotros, los docentes, no nos alfabetizamos digitalmente primero, difícilmente podremos guiar a los estudiantes. No se enseña lo que no se comprende.
Y aquí México tiene una gran deuda. La alfabetización digital sigue sin ser prioridad en todos los niveles educativos. Avanzamos, sí, pero de forma fragmentada, desigual y sin una política nacional clara.
México frente al futuro: ¿espectadores o protagonistas?
Entonces, la gran pregunta es: ¿queremos ser espectadores o protagonistas del futuro educativo?
Si seguimos viendo la tecnología como algo accesorio, “bonito” o incluso como “peligroso”, corremos el riesgo de quedar rezagados frente a países que ya están formando generaciones completas en inteligencia artificial.
En el mejor de los casos, formaremos usuarios pasivos de la IA. En el peor, veremos cómo aumenta la brecha digital y cómo las nuevas generaciones mexicanas quedan desventajadas frente a sus pares globales.
Pero también hay un escenario positivo: podemos aprovechar este momento como un punto de quiebre. Decidir que México necesita una estrategia seria, clara y nacional en materia de alfabetización digital e inteligencia artificial. Que necesitamos docentes formados, estudiantes críticos y comunidades educativas conscientes de que el futuro ya no es futuro: está aquí.
Una educación híbrida: lo mejor de dos mundos
Cada vez que hablamos de tecnología educativa surge el mismo dilema: ¿debemos abrazar lo nuevo y abandonar lo viejo, o mantenernos en la tradición y resistir los cambios?
La respuesta, a mi parecer, no está en los extremos. Está en el equilibrio.
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Lo clásico tiene un valor que no podemos subestimar: disciplina, memoria, comprensión lectora, lógica matemática.
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Lo emergente abre puertas que jamás habíamos tenido: creatividad aumentada, análisis de datos, resolución de problemas complejos, colaboración global.
El ejemplo de Francia con el regreso del dictado y la apuesta de China por la IA en primaria parecen opuestos, pero en realidad son complementarios. Nos recuerdan que la educación no puede quedarse estática. A veces habrá que rescatar prácticas valiosas del pasado y otras veces habrá que abrirnos a lo que viene.
El verdadero reto está en diseñar un modelo educativo híbrido, consciente y flexible, capaz de adaptarse a las necesidades de cada generación.
El papel del docente: más crucial que nunca
Se ha repetido hasta el cansancio que “la IA va a sustituir al docente”. Yo lo he dicho en mis conferencias y talleres: eso es falso. La IA no sustituirá al maestro, pero sí puede sustituir al que no quiera aprender a usarla.
El docente del siglo XXI no es un repetidor de información. Para eso están Google, Wikipedia y ahora ChatGPT. El docente actual debe ser un guía, un mentor y un mediador entre el conocimiento, la tecnología y el estudiante.
Y aquí surge la tarea más importante: formarnos primero nosotros. No podemos enseñar lo que no dominamos. La alfabetización digital y la formación en IA tienen que empezar con el profesorado. Una vez que los docentes comprendamos qué es la inteligencia artificial, cuáles son sus límites y qué riesgos implica, podremos transmitirlo a nuestros estudiantes con responsabilidad.
México: el momento de decidir
La noticia de China debería ser para nosotros una llamada de atención. No para imitar exactamente lo que hacen, sino para cuestionarnos qué estamos haciendo en México.
Porque mientras ellos ya integran la IA como política educativa nacional, aquí seguimos viendo cómo cada escuela, cada maestro y cada institución hace lo que puede. Algunos con avances notables, otros con un rezago preocupante.
Necesitamos preguntarnos con honestidad:
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¿Estamos preparando a nuestros jóvenes para competir en el mundo que viene, o solo para sobrevivir en el presente?
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¿Queremos una educación que forme ciudadanos digitales críticos, o conformarnos con usuarios pasivos de la tecnología?
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¿Esperaremos a que los cambios nos rebasen, o seremos protagonistas de nuestra propia transformación?
El tiempo corre, y la educación no puede quedarse rezagada.
Del miedo a la acción
Sí, hay riesgos en la IA. Sí, es un tema complejo. Sí, da miedo. Pero el miedo no debe convertirse en parálisis.
El camino no es prohibir, retrasar o ignorar la IA en la educación. El camino es formarnos, debatir, experimentar y enseñar con responsabilidad.
México tiene una oportunidad única: aprender de lo que hacen otros países, rescatar nuestras propias fortalezas educativas y diseñar un modelo que equilibre tradición y modernidad. Uno que apueste por la alfabetización digital, la seguridad informática y la ética tecnológica, al tiempo que refuerce las bases clásicas de lectura, escritura y pensamiento lógico.
Porque al final, la educación no se trata de elegir entre pasado o futuro, sino de preparar a nuestros estudiantes para vivir en un presente en constante transformación.
Y aquí quiero dejarte una frase que repito mucho en mis talleres:
👉 “El docente con IA no es menos humano, es más estratégico.”
La pregunta es: ¿queremos ser los que lideren el cambio o los que lo vean pasar desde la orilla?
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¡Qué titulares tan apasionantes! Me encanta cómo se mezcla el regreso del dictado francés con la IA china. Parece que estamos en una competencia global de ¿Quién puede recordar más cosas y quién puede usar más tecnología, ¡pero sin saberlo! El debate entre tradición y modernidad es como elegir entre usar una calavera para escribir o una calculadora mental: ambos tienen su lugar, pero ¡qué frío sería sin el fuego de la ortografía! México, ¡cuando vamos a decidir ser los protagonistas y no solo espectadores de esta obra de teatro tecnológica! La alfabetización digital no es solo saber usar WhatsApp, ¡es entender por qué las contraseñas deben ser tan largas! ¡Vamos a formar ciudadanos digitales críticos y no a robots que copian de ChatGPT!ai removing watermarks